lunes, 2 de agosto de 2010

ENTREVISTA A EDUARDO GALEANO .... PARA COMENTAR

Hola gente que piensa en conmemoraciones distintas!!!


Un canal de historia con motivaciones globalizadoras a producido una serie de programas sobre el bicentenario que tiene una perspectiva democrática en medio de su afan monocultural. Pero les dejo para que ustedes vean, opinen y definan. el enlace es www.tuhistory.com, serie: UNIDOS POR LA HISTORIA.

Para la muestra les adjunto la entrevista hecha a Eduardo Galeano, sencillamente buena, muy buena!!! Abrazo!!!







Hablemos de América Latina...



Poco después de la independencia, el revolucionario colombiano Antonio Nariño comprobó tristemente: “Hemos cambiado de amor”. Y antes, en 1809, con la independencia muy fresquita, una mano anónima la definió en un muro de Quito con un graffiti elocuente y triste también, que decía: “Último día del despotismo y primero de lo mismo”. De algún modo, esas dos frases, la de Nariño y la de la mano anónima, definen bien lo que ocurrió.



La independencia de los países latinoamericanos terminó siendo una emboscada contra sus hijos más pobres. Y esto se confirmó poco tiempo después, cuando nacieron las constituciones que sellaron el nacimiento. Dieron validez oficial al nacimiento de las nuevas naciones recién independizadas de España (o de Portugal, en el caso de Brasil), porque todas las constituciones, sin excepción, fueron hechas para otorgar los privilegios de la ciudadanía a menos del 10% de la población.



Quedaron excluidas las mujeres, los pobres, los negros, los indios… El caso de Bolivia fue, quizás, el más clamoroso y el más triste, porque la constitución la elaboró Simón Bolívar de puño y letra. Fue una constitución hecha para el 3 o el 4% de la población. Entre otras cosas, establecía que sólo tenían derecho a la ciudadanía quienes supieran leer y escribir correctamente la lengua castellana, lo que en Bolivia era un milagro de encontrar. Era una minoría de minorías, de doctores ilustrados, que usurpaban el lugar de todos los demás.



Esto fue verdad para todos los países latinoamericanos y, también te diría, para EE.UU. La primera constitución de los EE.UU. estableció que un negro equivalía a las tres quintas partes de una persona. ¡Imagínate! Si esa primera constitución siguiera en pie, Obama no podría ser presidente. Ninguna nación podría tener de presidente a las tres quintas partes de una persona.



Por eso me resultó ofensivo para la inteligencia cuando se acusó recientemente a Zelaya, como un pretexto para destituirlo de la presidencia de Honduras, de que había cometido el terrible, imperdonable delito de querer cambiar la constitución. Bueno, menos mal que las constituciones han cambiado y ojalá sigan cambiando. Fueron hechas justamente para los que tienen, en lugar de los que necesitan. Nacieron para sellar de mala manera la confirmación de sociedades injustas en toda América.



Sobre todo fueron injustas las constituciones del sur de Río Bravo. Porque las independencias nuestras nacieron junto con la deuda externa; fueron hermanas siamesas la deuda externa y la independencia. O sea que nacimos ahorcados. Muchos de los próceres que nos fundaron, también nos fundieron. En todo caso, nos hipotecaron de por vida a la banca británica. Nos hipotecaron ante el mundo que nacía en el siglo XIX que, de algún modo, está vivo todavía.



¿Qué tipo de naciones surgieron?



Nacimos como naciones mentidas. Sobre todo en los casos de países que tienen una mayoría indígena o una considerable proporción de población indígena, como es el caso de Bolivia, Ecuador, Guatemala, Perú. Nacimos como naciones mentidas en las que se desconoció lo que éramos. Todos los países nacimos así, para que mirando al espejo no encontráramos nada más que una mancha de azogue. O sea, nacimos para ser nada. Para ser nadie.



Recién ahora, en América Latina, empiezan por fin a cuajar algunos movimientos que están rescatando los países para que los pueblos sepan lo que de veras son. Como, por ejemplo, ese tránsito importantísimo hacia la realidad que implicó la elección de Evo Morales en Bolivia, para que Bolivia se entere de que más de la mitad de la población es indígena. O de Michelle Bachelet, en Chile, para que Chile de una vez sepa que la mitad de la población chilena está compuesta por mujeres.



El hecho de que cada vez haya más mujeres en el poder, ¿es un indicativo de que se está avanzando en la igualdad de género?



Todavía la realidad en América Latina trata a las mujeres peor que los tangos. Y eso ya es mucho decir, porque los tangos las tratan bastante mal. Son todas putas menos mamá, ¿no? La verdad es que se ha avanzado mucho y se sigue avanzando, pero estamos todavía lejos de llegar a una verdadera igualdad de oportunidades entre las mujeres y los hombres.



Yo no creo que las mujeres sean mejores que nosotros. Ni mejores ni peores. Del mismo modo que creo que los negros no son ni mejores ni peores que los blancos. “Nadie es mejor que naides”, como decía un viejo proverbio gaucho. Se trata es de lograr igualdad de oportunidades.



Si no, tendría razón alguno de esos amigos míos de mala leche que hace un tiempo me decía: “Te has dedicado a reivindicar los derechos de las mujeres para que puedan ser mucho más que un objeto decorativo, más que la sombra del prócer o un jarrón en la mesa… te has dedicado a eso y, mirá vos, el sistema en su infinita perversidad te regaló a Condoleezza Rice”. Bueno, no todos mis amigos tienen tanta mala leche, pero la observación es pertinente. Porque tenemos que luchar por un mundo en el que todos, hombres, mujeres, buenos, malos, negros, blancos, pobres, ricos, tengan la oportunidad de ser, la oportunidad de decirse, la oportunidad de existir. Existir de verdad y no como letra muerta en las constituciones o en las leyes.



Tener existencia cierta. Ese es el gran desafío que tenemos formulado, y no sólo en las Américas, sino también en el mundo entero. La recuperación de los colores y los fulgores del arco iris terrestre. Nosotros somos mucho más de lo que nos han contado que somos. Estamos mutilados por el machismo, entre otras cosas, y por el racismo, por el elitismo, el militarismo... Hay muchos “ismo” más que explican que estemos viviendo en un mundo tan invisible, donde cada minuto mueren de hambre o de enfermedad curable 15 niños y cada minuto el mundo gasta 3 millones de dólares en gastos militares, que es el nombre artístico que tiene la industria de la muerte.



¿América Latina también es uno de los territorios más injustos?



América Latina es la región más injusta del mundo. Es mucho más injusta que África por ejemplo. La gente cree que África es más injusta que nosotros porque, claro, los extremos de miseria que se viven en África no son tan frecuentes en América Latina. Pero en cuanto a la distribución de los panes y los peces, a la distribución de la riqueza, América Latina es muchísimo más injusta que cualquier otra región del planeta.



Habitamos la región más injusta. Y a lo largo de toda nuestra historia, en general, las fuerzas que han luchado por cambiar esa situación, por darla vuelta, por generar una sociedad diferente, se han topado con el veto imperial. O sea, yo comprendo muy bien que al presidente Obama le cueste entenderse con las nuevas realidades. Entiendo que le cueste ayudar a Honduras, porque le falta training. Después de un siglo y medio de estar fabricando dictaduras militares en el mundo entero y sobre todo en América Latina, les cuesta mucho entenderse con las nuevas realidades que emergen y que son fácilmente demonizadas, cuando de ante mano se nos niega el derecho al patriotismo.



Parece que el patriotismo es un privilegio de los países ricos. Y cuando los países pobres o los países débiles del mundo son patriotas y luchan por afirmar su dignidad nacional, entonces se convierten en países dominados por déspotas, demagogos, por tiranos, por peligros públicos a los que es necesario detener de una vez. Si no es por golpe, por otros medios será.



¿Cómo es la relación de EE.UU. con América Latina?



Es una relación muy enferma, lamentablemente. Y estamos a tiempo de cambiarla. Espero que el propio Obama cambie, de una vez, la palabra “lidership” que con tanta frecuencia utiliza, para empezar a hablar de “friendship”, que es lo que corresponde. Que nadie se sienta con derecho a llevar de la oreja a nadie. Lamentablemente, desde hace muchísimo tiempo, los EE.UU. padecen de esa especie de enfermedad del mesianismo, esta idea de que fueron elegidos por Dios para salvar a la humanidad, para salvar a los demás.



Yo lo único que pido es que nadie me salve, por favor. Yo no quiero ser salvado porque, además, la experiencia histórica demuestra que por salvar a sus vecinos latinoamericanos, los EE.UU. nos han llenado de dictaduras militares atroces, todas en nombre de la democracia. Todas esas dictaduras fueron nacidas para salvarnos del peligro comunista, para salvarnos del peligro terrorista, para salvarnos del peligro de ser nosotros mismos…



Una experiencia interesante es la que tuvo el presidente McKinley. Resulta que estaba con insomnio. Entonces se puso a caminar por los corredores de la Casa Blanca y escuchó la voz de Dios, con quien los presidentes de los EE.UU. se suelen comunicar, según dicen. Nunca aclaran por qué medios, si es por mail, por teléfono o por fax, pero se comunican. Entonces, McKinley escuchó que Dios le hablaba. Y le dijo que tenía que salvar a las Filipinas del peligro filipino por que los filipinos ni eran capaces de gobernarse a sí mismos. Entonces, los EE.UU. enviaron tropas a las Filipinas, salvaron a las Filipinas del peligro filipino y de paso se quedaron con Hawai, Wan, Panamá, Cuba y una cantidad de países que le quedaban en el camino.



Uno de mis maestros norteamericanos (pues tuve varios) fue Mark Twain, quien fue líder de la liga anti-imperialista. Junto a Ambrose Bierce, otro maravilloso escritor, combatieron esta vocación imperial mesiánica. Tanto que Mark Twain, el autor de “Tom Sawyer” y “Huck Finn”, cambia las estrellitas de la bandera por calaveras. Y un general norteamericano habló con el presidente para que lo mandaran a la horca. Finalmente fue salvado por sus personajes y por sus lectores.



Ambrose Bierce definió bien todo lo que ocurría y se anticipó a lo que venía cuando dijo: “Esta es una manera que Dios ha encontrado para que aprendamos geografía. Él nos ha enviado a las guerras para que, de una vez, sepamos en qué mundo estamos”. Es verdad, los EE.UU. se han dedicado a invadir países que no saben ni dónde están. Se han enterado de que existen Irak y Afganistán ahora, a través de estas guerras criminales que llevaron adelante. Yo estoy seguro de que George W. Bush está convencido de que la escritura fue inventada en Texas y no tiene la menor idea de que la civilización humana nació en el país que él aniquiló.



¿Cree que el “destino manifiesto” fue una medida para justificar ciertas acciones?



Es que la idea de que Dios te ha elegido para salvar a los demás. No es una invención norteamericana. Ellos han regalado al mundo grandes invenciones, pero esta idea no es propia porque había sido usada antes, sin ir más lejos, por la conquista española o la conquista portuguesa, que también se hicieron en nombre de Dios.



Hace poquito estuve en Yucatán, en un lugar que se llama “Maní”, participando de una ceremonia muy hermosa que hicieron 42 frailes franciscanos. Una ceremonia de perdón. Pidieron perdón a la cultura maya por el daño infligido por uno de sus miembros, que era el cura franciscano Fray Diego de Landa, que echó a la hoguera varios siglos de literatura maya. Fue una especie de “culturicidio”. Una matanza cultural de dimensiones incalculables. En todos esos árboles letrados (porque era literatura escrita sobre cortezas de árboles), ahí estaba la cultura maya, con todo lo que esa cultura había entregado al mundo.



Los mayas descubrieron la cifra “0” antes que los árabes y, por lo tanto, mucho antes que los europeos. Los los mayas fueron los que mejor predijeron los eclipses, fueron los creadores del calendario más perfecto que ha existido jamás. Y toda esa cultura fue enviada al fuego. ¿Por qué? Fray Diego de Landa lo explicó: “Porque es satánica. Fue enviada por el diablo”. Entonces, Dios los había enviado para purificar estas tierras. Y de paso, para que estas tierras se entregaran a España y a Portugal, junto con el oro, la plata y todo lo demás, que el diablo había secuestrado injustamente (porque esos bienes no pertenecían al diablo).



Sólo unos poquitos códices se salvaron. Quedaron 3 o 4, el resto marchó al fuego todo. Y ese es un símbolo perfecto de lo que culturalmente ocurrió. La borratina general. Menos mal que ahora, en América Latina, están surgiendo gobiernos y movimientos de raigambre popular importante. Son movimientos que reivindican la resurrección de esas culturas que fueron demonizadas, satanizadas. Este era el reino del diablo.



Es bueno escuchar a veces las voces del pasado. No todas hablan para los museos. Algunas dicen cosas, son voces que vienen del pasado más remoto, que vale la pena escuchar para hacer un futuro diferente. Son voces que vienen de atrás pero hablan hacia delante. Por ejemplo, las voces de las culturas indígenas americanas que nos hablan del modo comunitario de vida, centrado en la solidaridad y no en la codicia, en comunión con la naturaleza.



Esta cultura en armonía con la naturaleza fue condenada como pecado de idolatría. El hecho de que se creyera sagrada la lluvia, sagrada la tierra, sagrados todos los elementos de la naturaleza, sagrados hermanos, que no sólo eran los que tenían piernas sino también patas, alas o raíces, fue condenado como idolatría. Muchos marcharon a la hoguera o a la horca o al azote por el delito de creerlo. Entonces, son cosas que hay que reivindicar y tratar de recuperar, porque el otro camino es un camino que no conduce más que ha lo que estamos viendo, una catástrofe universal.



¿Fue un choque de culturas el descubrimiento de América?



América Latina no fue descubierta por los españoles. Del mismo modo, España no fue descubierta por las legiones romanas que la invadieron. O sea, nadie descubre a nadie. Aquí había culturas muy importantes, grandes civilizaciones que no sólo se miden por las pirámides o las grandes construcciones, sino porque fueron capaces de creer que la palabra es sagrada. Lo que explica alguna de las más tempranas derrotas de los indígenas frente a los invasores europeos.



Europa había dejado de creer en la palabra hacía mucho. Entonces, por ejemplo, cuando Pizarro captura a Atahualpa, después le dice que si llena dos habitaciones de plata y una de oro lo va a liberar. Y Atahualpa le cree. Llena las dos habitaciones de plata y llena la habitación de oro y Pizarro lo degüella. Ahí está todo dicho.



¿Cómo cree que fue ese primer encuentro entre los indígenas y los españoles?



El primer encuentro fue un desencuentro. Y sigue siéndolo. No hay más que ver la arrogancia con que Europa nos toma examen, por ejemplo, de democracia, a ver si somos o no somos democráticos. Yo voy a Europa con frecuencia. Mis libros se traducen, me va bien, y ahí tengo conferencias de prensa, entrevistas… Y son siempre las mismas preguntas: “¿Qué me dice del peligro populista en América Latina?”. Yo digo: “No se alarmen, no se alarmen”. En Italia, hace poquito, les dije: “No se alarmen, calma, Berlusconi no tiene ninguna influencia en América Latina. Pueden dormir tranquilos”.



¿Qué hubo desde el principio? Un desencuentro nacido de las relaciones autoritarias entre los opresores y los oprimidos. El poder es incapaz de comprender a quienes oprime porque está amaestrado para ser sordo de sus voces. Porque necesita coartadas que le digan que los negros son, por ejemplo, como en la primera constitución de los EE.UU., nada más que tres quintas partes de una persona. O que los indios no tienen alma.



Se necesitó una bula papal del siglo XVI estableciendo que los indios tenían alma, porque hasta entonces se partía de la certeza de que no la tenían. Por lo tanto era legítimo que se hundieran en los socavones sin salir jamás. Fueron los que arrancaron la plata del vientre del cerro de Potosí. Entraron sin salir, entraron para morir, pero como no tenían alma ¿quién se iba a enterar? Hubo desencuentros desde el pique.



Muy poquito después de la primera invasión, digamos, del primer desencuentro, ocurrió un hecho revelador. El hijo de Cristóbal Colón ahorcó a unos cuantos indígenas porque ellos habían enterrado imágenes de la virgen María y de Jesús, que los conquistadores amablemente les habían obsequiado. Los indios las habían enterrado y esta herejía fue pagada con la muerte. Era un pecado imperdonable. Pero en realidad, los indios las habían enterrado para que los nuevos dioses fecundaran la tierra. Las habían enterrado para que les dieran buenas cosechas, para que enriquecieran la tierra. No era una ofensa, era un homenaje.



Desde el principio hubo ese desencuentro continuo. Es como que estamos condenados al desencuentro. Y en la medida en que las relaciones internacionales no dejen de ser verticales para pasar a ser horizontales, el desencuentro seguirá siendo inevitable. Porque vistos desde arriba somos todos enanos y vistos desde abajo todos son gigantes. El verdadero diálogo se establece a través del respeto mutuo y de la certeza de que cada uno tiene algo que merece ser escuchado. Todos tenemos algo que decir a los demás.



¿Cuál crees que es la relación actual de América Latina con el mundo?



El gran problema de América Latina es que estamos tan pendientes de cómo nos ven que dejamos de vernos a nosotros mismos. La gran tarea es el autodescubrimiento. Tenemos que empezar a descubrirnos nosotros mismos. Nos ignoramos casi por completo, poco o nada sabemos de nosotros y estamos siempre pendientes de cómo nos ven. A mí no me importa cómo me vean. Me importa cómo seamos capaces de vernos, de revernos y de poder descubrirnos. Para eso tenemos que superar, o tratar de superar por lo menos, el racismo, el machismo, todo lo que mutila la realidad.



Siempre hablo del “arco iris terrestre”. Para mí es el más bello de los arco iris. Infinitamente más hermoso y fulgurante que el arco iris celeste. Tiene muchos más colores, pero somos incapaces de verlos porque nuestros ojos han sido mutilados. Estamos ciegos de nosotros mismos. Mutilados, por ejemplo, por el racismo, que nos impide saber prácticamente nada del África.



América es hija de muchas madres, no sólo de Europa. Es hija de la madre indígena, la madre europea y también de la madre africana, de norte a sur. Esos hombres y mujeres no eran cosas. Millones de hombres y mujeres embarcados como cosas en los navíos negreros, marcados, vendidos. No hay que olvidar que Europa estableció la esclavitud hereditaria en América Latina.



Con frecuencia lo olvidamos. Pero es verdad. Europa estableció la esclavitud hereditaria en América. La restableció desde el punto de vista europeo, porque ya venía de Grecia y de Roma. Pero no venía de América. Aquí había esclavitud en un centro, sobre todo en los centros imperiales de Perú y de México, pero era esclavitud no hereditaria. Es decir, el hijo del esclavo no nacía esclavo. Esta peste de la esclavitud hereditaria proviene de la conquista europea, igual que la idea de que hay razas inferiores y razas superiores.



El racismo, en realidad, se proyecta en escala mundial junto con la organización del mercado mundial. Un mercado que necesitaba brazos para las plantaciones en los países tropicales, o al norte también en las plantaciones de algodón. Buscaba brazos esclavos, mano de obra gratuita para las plantaciones, y eso exigía coartadas coartadas ideológicas y religiosas. Para tratar a alguien como cosa tengo que estar seguro de que es una cosa. Si el otro me prueba que no es una cosa y que es una persona, ya empieza a tener derechos o a reclamarlos.



Todo sistema de opresión necesita coartadas y el racismo fue una de las coartadas. Del mismo modo ha servido el machismo para demostrar que las mujeres no sirven más que para ocuparse de la cocina. Sin embargo, en México se está reivindicando el papel fundamental que las mujeres tuvieron en la Revolución mexicana. Ninguna cobró pensión. ¿Por qué? Si estaban obligadas a acompañar a los soldados. Cuando llovía se mojaban, porque los soldados y los caballos iban en los vagones. Pancho Villa, Zapata, Carranza… todos ellos iban en los vagones protegidos. Las que estaban en la azotea eran las mujeres y nunca nadie les rindió homenaje. Recién ahora se empieza a reivindicar, con razón, el papel de las llamadas “soldaderas” y “cucarachas”.



Es hora de rescatar el pasado, no para rendirle homenaje sino para poder reconstruir ese arco iris mutilado, en el que el papel de las mujeres es fundamental. Las mujeres en América Latina han jugado un papel primordial, importantísimo. No sólo en América Latina, en el mundo entero. Eso se sigue desconociendo por los prejuicios machistas. Mucho bla bla, mucho discurso, pero en mi país sólo hay que asomarse y ver cómo está compuesto el parlamento. Cualquiera que se de una vuelta por Uruguay y va a la cámara de diputados o senadores verá que si hay alguna mujer es sólo porque está contratada por la Comisión Nacional de Turismo.



¿Qué reflexión te merece el bicentenario?



La experiencia nos ha demostrado que sin unidad no hay independencia. El factor imprescindible para que la independencia de nuestros países sea posible es la unidad. Separados cada uno por su lado no vamos a ninguna parte. Unirse es muy complicado, pero es una lindísima tarea que tenemos por delante, fecunda y bella. Tenemos que unirnos sin negar nuestra diversidad. Lo mejor que el mundo tiene está justamente en la cantidad de mundos que contiene. Y yo creo que la región más diversa, la más fecunda de todas, es América Latina. Porque acá se han dado cita todos los colores, todos los olores, todos los dolores del género humano.



Estamos tan acostumbrados a confundir vicios con virtudes, que nos creemos el cuento que nos hacen quienes nos increpan, diciendo: “¿Qué me vienen a hablar de América Latina? ¿Qué tiene que ver un porteño de Bs. As. con un negro de Haití?”. Ah, pero que cortita manera de ver las cosas. ¡Qué ciegos estamos si creemos que eso nos retrata! Eso nos insulta pero no nos retrata. Está faltando el respeto a lo mejor que tenemos, que es la diversidad.



Por suerte somos diferentes. Hay quienes dicen que estamos condenados en este mundo por dos maldiciones: o te morís de hambre o te morís de aburrimiento. Yo no lo creo así. No tenemos por qué morirnos de hambre. Esta es una región muy rica en sus recursos naturales. Y tampoco tenemos por qué morirnos de aburrimiento. Afortunadamente somos diversos y diferentes.



¿Crees que los latinoamericanos vivimos el fútbol de una manera en particular?



Yo creo que el fútbol es parte de la cultura de un país ¿verdad? No creo que “cultura” sea solamente la suma del trabajo de los intelectuales, los artistas, los científicos. “Cultura” es el conjunto de mensajes que la sociedad emite para expresarse, para decirse. “Dime cómo juegas y te diré quién eres”. El fútbol es una señal de identidad muy importante y, por lo tanto, es uno de los factores que nos llevan a creer que vale la pena defender nuestra diversidad.



Hay diferentes maneras de jugar al fútbol porque hay diferentes maneras de ser. Este paradójico mundo es cada vez más desigual en las oportunidades que brinda y cada vez más igualador en las costumbres que impone. Esa “uniformización obligatoria”, no sólo se refleja en las hamburguesas de McDonald´s, también se refleja en el fútbol.



Se privilegia cada vez más el fútbol de velocidad y fuerza. Es como que la fantasía deja de ser rentable hasta que los dueños del negocio se dan cuenta de que si se termina se les acaba todo. Entonces ven la manera de equilibrar un poco el asunto. Lo importante es preservar el fútbol como fiesta popular y como señal colectiva de identidad. Ese es el fútbol jugado por el placer de jugar y no por el deber de ganar. Cuando se juega a escala profesional, elevado a sus niveles más altos de rentabilidad, como gran industria del espectáculo, el fútbol es enemigo de su propia belleza.



¿Los héroes de la independencia latinoamericana han tenido un tratamiento injusto?



Es muy confusa esa historia. La mayoría terminaron mal, fusilados, exiliados o presos. Sobre todo los que tuvieron más vocación social. Como es el caso de José Artigas, que fue el que hizo la primera reforma agraria de América, medio siglo antes que Abraham Lincoln y un siglo antes que Emiliano Zapata.



La verdad es que son tantas las estatuas que faltan como las estatuas que sobran. Habría que ver quién es quién para reconstruir la historia de aquellos años turbulentos. Me gustaría señalar que nos queda por descubrir algunos personajes que valen la pena. En América Latina hay personajes maravillosos de los que sabemos poco o nada.



Mucho sabemos sobre Simón Bolívar, pero poco o nada sabemos de quien fue su maestro, Simón Rodríguez, cuyas lecciones siguen pendientes de ser escuchadas. Este hombre quiso reformar la educación en América Latina y fue condenado a la soledad. Predicó en el desierto a lomo de mula, recorrió los caminos de América, sobre todo los Andes, hablando para nadie. Lo llamaban “el loco” porque increpaba a los nuevos amos. Sostenía que la verdadera educación era la que educaba para preguntar. “Los niños tienen que aprender a preguntar”, sostenía. Decía que para educar había que borrar las fronteras entre los varones y las niñas, todos mezclados. Esto, a principios del siglo XIX, era un mensaje complicado. También proponía borrar las fronteras entre los pobres y los ricos, educar a todos mezclados.



Borrar las fronteras es fundamental. Borrar las fronteras entre la cabeza y la mano, entre la educación intelectual y la educación manual. Ese es un examen pendiente. Ahora somos cada vez más sabios en computadoras, pero los niños no aprenden a plantar un rabanito en ningún lado. Pueden crecer y morirse de hambre porque no saben cómo plantar nada. Saben cómo apretar “delete”, “play”, “on”, todo lo que quieras de las maquinitas.



Yo no me opongo a las computadoras. He superado mis prejuicios. Durante bastante tiempo creí que las maquinas bebían de noche cuando nadie las veía y que por eso hacían cosas inexplicables durante el día, pero ya lo he superado. Me parece que las máquinas pueden ser muy útiles, siempre y cuando, nosotros no nos convirtamos en máquinas de nuestras máquinas. Siempre y cuando no seamos instrumentos de nuestros instrumentos, como ocurre en el modelo dominante de cultura. La cultura universal, hoy por hoy, nos enseña a ser máquinas de nuestras máquinas, nos enseña a ser manejados por nuestros automóviles, programados por nuestras computadoras, comprados por nuestros supermercados y hasta mirados por nuestros televisores. Es el mundo al revés. Pero las máquinas pueden ser muy útiles.



Una reforma educativa de verdad tiene que recoger la herencia de Don Simón Rodríguez y decir: “Que la cabeza no ande por un lado y las manos por el otro”. Vamos a enseñar como él quería. Que se enseñe a la vez, a sumar, a restar y a escribir sin faltas. Pero que a la vez se enseñe a los chicos a manejar la herrería, la carpintería, la alfarería, los oficios manuales. Eso está pendiente. Ese es un hombre al que hay que reivindicar. Don Simón Rodríguez, ese sí que se merece más estatuas que todos los próceres juntos. No todos los héroes fueron militares, y no todo los militares fueron héroes.



¿Qué opinas de la brecha digital que estamos viviendo?



El problema de América Latina no es la brecha digital, así como la pandemia más importante no es la gripe de los chanchos sino la injusticia social. El problema no es la brecha digital sino la brecha social y la estructura injusta de clases que nuestros países padecen.



Tiene razón el obispo Casaldáliga, cuando recuerda que ha escuchado muchas veces decir que “en lugar de dar pescado hay que enseñar a pescar”. Entonces responde: “Esa es una idea excelente, hay que enseñar a pescar. Pero yo me pregunto ¿qué pasa si el río fue vendido y ya no podemos pescar porque el dueño no nos deja? ¿Y qué pasa si las empresas mineras le han echado cianuro y nuestros peces no pueden ser comidos por que nos van a envenenar?”. Habría que escuchar más a este hombre maravilloso, espléndido, que ha consagrado su vida a la defensa de los nadies, de los olvidados, de los desamparados.



Hay fronteras en la educación, tiene límites. Esos límites están señalados, marcados, por las estructuras sociales que te niegan el derecho de ser, me refiero a ser colectivamente, a ser entre todos, no a ser poquitos para humillar a los demás sino a ser entre todos. Me refiero a “ser” juntos, a construir juntos, a crear juntos, a soñar juntos y a divertirnos juntos. Dicen que la tierra es un valle de lágrimas… bueno, ya va siendo hora de que deje de serlo.

3 comentarios:

  1. Me agrada el hecho de que sea realista, sin caer en lo fatalista; tiene razón en cuanto a la realidad latinoamericana, la sociedad que tenemos hoy es en todo sentido el resultado de la "patria" que se intento formar después de la independencia [Una independencia, que posee su titulo por mero formalismo, una independencia que solo libró a América de un régimen Español, pero que la volvió esclava de sus prejuicios... ]...

    Enfatiza en la falta de progreso a raíz de la desigualdad social, y en las naciones contemporáneas [que de muchas maneras han logrado un cambio] que tienen encima toda la carga social generada por siglos de la misma desigualdad; lo que nos hace sordos, participes y hasta cómplices de lo que él denomina "coartadas" para la injusticia a lo largo de la historia.

    ResponderEliminar
  2. en mi punto de vista los historiadores acomodan todo lo que tienen que decir para tratar de que el mundo sea mejor pero en si lo unico que hacen es que no aprendamos de los errores para mejorar

    ResponderEliminar
  3. El papel del historiador en la sociedad es muy importante siempre y cuando manifieste la historia de una manera imparcial, certera y analitica, como lo demuestra esta entrevista. Analiza la situación actual de LatinoAmerica desde la historia, como se gestaron nuestras "independencias" y la forma en que se conformaron nuestras sociedades, como afectó posteriormente las decisiones tomadas en ese entonces y hasta que punto llegó la manipulación externa dentro de nuestros procesos de liberación y de creación de una identidad nacional.
    Felipe Sarmiento

    ResponderEliminar